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Una gloria marchita: En busca de Jack Morrison

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Recuerdo el día en que murió Jack Morrison: el día en que el mundo perdió a un héroe.

Cuando era pequeña, al igual que para otros miembros de la llamada «generación Overwatch», Morrison era un ídolo para mí. Me enseñó que los héroes eran reales. Me hizo creer que incluso yo podía serlo. Hace seis años, cuando murió en misteriosas circunstancias, sentí como si parte de mi infancia hubiera muerto con él.

Los detalles sobre su muerte son escasos, algo extraño dada su fama. Es posible que, por esa misma razón, después de todo este tiempo, me vea indagando en la vida de Morrison con un gran interrogante: ¿qué le pasó realmente al hombre que marcó mi generación?

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Al viajar por el rural estado de Indiana, me resulta fácil olvidar que alguien tan importante como Jack Morrison venía de un lugar tan tranquilo perdido en el tiempo. Interminables campos verdes y dorados de maíz se extienden hasta donde alcanza la vista. El viento no sopla; no se oye nada salvo el zumbido de unos cuantos insectos solitarios. En las raras ocasiones en que me cruzo con otro ser humano, describen al Morrison joven de formas distintas: un muchacho pendenciero, el honrado hijo de un granjero... Pero todos coinciden en una cosa: Morrison no se limitaría a ver pasar el tiempo en una tierra de colinas onduladas y cielos azules.

A los 18 años, Morrison hizo las maletas y se alistó en el ejército. Tenía pensado servir en las fuerzas armadas por un tiempo y, luego, volver a casa a la granja de la familia, pero su ética del trabajo y su coraje llamaron la atención de los altos cargos del ejército. Al poco tiempo, consiguió un codiciado puesto en el controvertido y todavía confidencial (aunque ampliamente reconocido) «programa de mejora de soldados». Los científicos del ejército convirtieron a Morrison y a otros reclutas en soldados perfectos, dotados de velocidad, fuerza y agilidad sobrehumanas.

Morrison y sus potenciados compañeros pronto sacarían a relucir su destreza con la llegada de la Crisis Ómnica. Ómniums de todo el mundo se descontrolaron y comenzaron a producir robots militarizados en masa. El mundo tembló de miedo ante este nuevo enemigo. Los ómniums y su legión de robots fueron construidos originalmente para aumentar la productividad de las fábricas y establecer una igualdad económica en todo el mundo. Pues bien, estas maravillas de la ciencia moderna intentaron derrocar a la raza humana y constituyeron una de las mayores amenazas para la supervivencia de nuestra especie desde la Guerra Fría del siglo XX.

«Hasta yo tuve mis dudas sobre si Overwatch lo conseguiría. Pero Morrison nunca perdió la esperanza. No solo cumplió lo que esperábamos de Overwatch y sus agentes, sino que lo superó con creces».

Mientras los gobiernos intentaban infructuosamente neutralizar a las máquinas, Naciones Unidas estaba ocupada conformando un grupo internacional de operaciones llamado Overwatch. Este pequeño grupo experimental aunaría los mayores talentos del mundo para hacer frente a los robots. La reducida lista de posibles agentes de Overwatch incluía dos miembros del programa de mejora de soldados: Morrison y Gabriel Reyes, un oficial superior. Reyes, un curtido y respetado soldado, se crio en un lugar totalmente distinto del rústico estado de Indiana: el creciente crisol urbano de Los Ángeles. A pesar de sus diferencias, los dos se hicieron amigos. Su decisión de unirse a Overwatch juntos cambiaría el mundo, tanto para bien como para mal.

Fue Reyes quien asumió el liderazgo de Overwatch, pero, a la larga, Morrison acabó influyendo más en el grupo. Sacaba lo mejor de la gente que lo rodeaba y mediaba entre los variopintos (y, en ocasiones, conflictivos) agentes de Overwatch para consolidarlos como escuadrón de lucha. En la unidad hallaron la fuerza para derrotar a los robots y, así, poner punto final a la Crisis Ómnica.

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«Hasta yo tuve mis dudas sobre si Overwatch lo conseguiría», admitió Gabrielle Adawe, secretaria general adjunta de Naciones Unidas y una de las arquitectas clave de Overwatch, poco después de que terminara la Crisis Ómnica. «Pero Morrison nunca perdió la esperanza. No solo cumplió lo que esperábamos de Overwatch y sus agentes, sino que lo superó con creces».

Naciones Unidas recompensó a Morrison por su contribución convirtiéndolo en el primer comandante oficial de Overwatch. No se tomó en cuenta a Reyes en el proceso, y eso produjo una brecha en su relación que tendría consecuencias trágicas.

Después de la Crisis Ómnica, Overwatch cobró importancia a una velocidad de vértigo. Nuevos fondos y recursos otorgaron a la organización, ya pública, una influencia a nivel global. Para el mundo, los agentes de Overwatch eran héroes, pero Morrison se llevaba la palma. Se convirtió en la cara de Overwatch, un símbolo de esperanza y optimismo para todos: desde las calles adoquinadas de King’s Row hasta los sofocantes mercados nocturnos de Bangkok.

El comandante de ataque Morrison imaginaba un nuevo y brillante futuro para la humanidad. Bajo su mando, Overwatch luchó por mantener la paz a nivel mundial y representó un motor de innovación gracias a sus avances en campos científicos tan variados como la exploración espacial o la investigación médica, pero aunque Overwatch fuera adquiriendo poder, Morrison siguió entregándose a sus más allegados. Entrenó a nuevos agentes y les inculcó los nobles ideales y propósitos de Overwatch. En el entierro de Morrison, Reinhardt Wilhelm, uno de los miembros originales del grupo, dijo: «Dedicó todo a Overwatch. Era nuestro guía, nuestra inspiración, nuestro amigo».

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Con Morrison y sus compañeros llegó una era sin precedentes de paz y prosperidad... que no podía durar. Dos décadas después de que Overwatch pusiera fin a la Crisis Ómnica y salvara a la humanidad, la organización fue víctima de una serie de sobrecogedores alegatos: negligencias que provocaron el fracaso de importantes misiones, corrupción y mala gestión, proliferación de armas, abusos de los derechos humanos y más.

Un comité especial de Naciones Unidades inició una larga y hermética investigación sobre estas acusaciones que acabaría ocasionando el desmantelamiento de Overwatch, y sus agentes, otrora tan queridos, pasaron a ser objeto de mofa y desconfianza en los medios de comunicación. Sin embargo, antes de que todo esto ocurriera, otra tragedia sacudió Overwatch y supuso el declive final de la damnificada organización.

Durante la investigación de Naciones Unidas, la sede suiza de Overwatch fue destruida en lo que parecía ser un accidente. Entre las víctimas se hallaban Morrison y Reyes. Naciones Unidas negó rotundamente la posibilidad de un crimen. No obstante, una fuente anónima me ha dado acceso a los informes clasificados de Naciones Unidas y otra información que arrojan nueva luz sobre los últimos días de Overwatch.

«Después del ascenso de Morrison a comandante de ataque, su relación con Reyes cambió. La tensión se acrecentaba conforme pasaba el tiempo. Intenté arreglar la situación; de hecho, todos lo intentamos, pero a veces, cuando los vínculos más estrechos se rompen, lo único que uno puede hacer es rezar para no verse involucrado».

Estos documentos indican que una insurrección escindió el grupo desde dentro. Por un lado, estaba Morrison, decidido a conservar unido lo que quedaba de Overwatch; por el otro, estaba Reyes, cuyos motivos siguen siendo un misterio hasta hoy. Se desencadenó una lucha en la misma base de Overwatch. En algún momento de la contienda, hubo una explosión que destruyó las instalaciones y calcinó los sueños de toda una generación.

Según ex agentes de Overwatch, el resultado era inevitable. «Después del ascenso de Morrison a comandante de ataque, su relación con Reyes cambió», afirmó la doctora Angela Ziegler, directora médica de Overwatch, durante una audiencia del comité de Naciones Unidas. «La tensión se acrecentaba conforme pasaba el tiempo. Intenté arreglar la situación; de hecho, todos lo intentamos, pero a veces, cuando los vínculos más estrechos se rompen, lo único que uno puede hacer es rezar para no verse involucrado».

La información de Naciones Unidas revela algo aún más inquietante: nunca se recuperó el cuerpo de Morrison.

Esta revelación podría explicar una reciente serie de importantes robos y ataques que han proliferado en las noticias. Un vigilante enmascarado que las autoridades han llamado «soldado 76» es el principal sospechoso de estos incidentes. Además de atacar oficinas e instituciones financieras de los Estados Unidos, este individuo se ha infiltrado en varias antiguas bases de Overwatch. El soldado 76 ha robado de estos lugares tecnología de gran valor, entre la que hay armamento experimental, y ha ocasionado cuantiosos daños en el proceso.

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He oído bastantes teorías de que el soldado 76 es Jack Morrison, teorías que antes habría tomado por ficticias, pero después de todo lo que he visto, ahora creo que son ciertas.

Los agentes de Naciones Unidades no quisieron pronunciarse sobre la identidad del soldado 76. Sin embargo, el personal de seguridad presente en los allanamientos de las antiguas bases de Overwatch describió al atacante como alguien experto en operaciones secretas. Las cámaras de vigilancia muestran al soldado 76 desenvolverse con una fuerza y una resistencia sobrehumanas. Pedí al doctor y experto forense Amir Nejad que analizara las imágenes, y llegó a la conclusión de que el soldado 76 tiene exactamente la misma altura y constitución que tenía Morrison la última vez que se le vio en público.

Si el soldado 76 es realmente Morrison, ¿qué está haciendo y qué motivos tiene?

La veracidad de los alegatos contra Overwatch años atrás todavía son tema de debate. Algunos historiadores y expertos en política han puesto en tela de juicio los motivos de los primeros que acusaron de corrupción al grupo. ¿Acaso el soldado 76 se ha embarcado en una misión para vengar la caída de Overwatch y limpiar su nombre? ¿Está intentando destapar una gran conspiración que desacreditó y destruyó Overwatch? ¿O simplemente se trata de un soldado viejo y resentido que se aferra a la gloria de días pasados y que libra una guerra fantasma vigente únicamente en su cabeza?

Incluso yo, una niña de la generación Overwatch, sé que la posibilidad más altruista es inverosímil. Los peligrosos actos del soldado 76, su tendencia a poner inocentes en peligro, demuestran que sus intenciones no son nobles. Solo es un hombre que actúa por interés propio, un villano más del lado de los déspotas y los dueños del crimen internacional que aterrorizan nuestras comunidades día tras día.


Delante de la tumba de Jack Morrison, en el Arlington National Cemetery, recuerdo la calma del rural estado de Indiana. Al igual que los interminables campos de trigo, largas hileras de tumbas de marfil se extienden en todas direcciones.

En este lugar de reflexión y recuerdos agridulces, comprendo más que nunca que el soldado 76 no es el Jack Morrison que conocí cuando era niña. El Morrison que conocí no se escondería tras una máscara; no colocaría bombas y robaría armas mientras el mundo sufre otro año de guerras y dolor.

Aquel Morrison fue enterrado aquí hace seis años. Lo único que queda de él es una sombra del héroe que conocimos.

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